El convivir con la realeza (príncipes y princesas como el acuñarles el rol a alguno de los hijos) va a conllevar con el tiempo a que uno de los miembros padezca más de malestar en la relación de pareja, en la que un miembro de la pareja tiene que ser tolerante y complacer los deseos del otro como de disfrutar de los gustos de quien posee el título nobiliario a pesar de no compartirlos totalmente.
Se presenta una situación de desequilibrio, el desbalance impulsado por mantener una relación y a un alto costo emocional. En otras circunstancias algunos consultantes refieren dificultades de índoles económico reflejadas en la elección de lugares de esparcimiento, compras, de alimentación, etc., así como actitudinal reflejadas en el trato hacia la pareja y externos.
Lo que conlleva a un déficit para complacer los gustos de una princesa o de un príncipe cuando no se es de la realeza.
Se vislumbra que uno de los miembros se sobre esfuerza y que probablemente transite en una relación con un alto nivel de estrés, como de rencor no verbalizado por no empatizar con el partner ante la realidad que se vive y la que se aspira.
Si se tiene una trayectoria de vida en la que algún miembro de la familia: un padre o madre le acuño el rol a aquel miembro y en el presente el reinado se diluyo por algún motivo, es importante reflexionar sobre los efectos nocivos que pueda traer en la relación o futuras relaciones como la insatisfacción en ambos miembros, por un lado al no ser tradado/a como se aspira y por otro por la impotencia de no brindarle al otro a lo que desea, lo cual también conduce a un agotamiento. Una dosis de contacto con la realidad exterior puede ser un punto de inicio para mejorar una relación, como mejorar la capacidad de empatía hacia el otro.
El atribuir un rol de la fantasía a un miembro en la infancia, se corre el riesgo que se quede con aquello en su vida adulta y con las peculiaridades que son inherentes dificultando cuando este se ha impregnado en el establecimiento de relaciones sociales maduras en el futuro.