Terapeuta obsesivo
El terapeuta obsesivo al pie de la letra lo que le indican los libros sobre un determinado modelo terapéutico. Su adhesión ortodoxa los modelos, mientras más rígida sea, más limita y costriñe su creatividad. Sobre adaptarse a unos referentes determinados genera la imposibilidad de desarrollar cualquier originalidad. El temor a apartarse el manual de instrucciones resulta paralizante y acaba malogrando las menores inventivas que pueden surgir en la práctica. Es el caso de los terapeutas que, al comenzar a ejercer su rol, experimentan una inseguridad que les hace aferrarse de forma compulsiva a un modelo. De esta manera, se bloquea toda iniciativa personal y se vive con culpa el apartarse de las pautas que lo definen.
Su lema: es yo no soy yo si me aparto de las indicaciones teóricas y técnicas del manual del modelo.
Terapeuta racional o intelectual
se caracteriza por darle preminencia el pensar, postergando cualquier elemento de corte emocional. En supervisión, cuando se le pregunta por su resonancia acerca de algún tema donde se encuentra bloqueado, habla de lo que piensa al respecto y no se conecta con su sentir.
Se trata, por lo general, de personas poco pragmáticas que se sumergen en elucubraciones teóricas y que buscan continuo apoyo en referencias bibliográficas de autores correctamente citados. Por lo tanto, se relega la experiencia y la correspondiente evidencia emocional para darle preponderancia a la teoría. De esta manera tratan de protegerse de las ansiedades que le despierta el rol del terapeuta, adquiriendo una falsa seguridad a través del razonamiento sostenido por los aportes teóricos.
Su lema es: yo pienso, de acuerdo a lo que plantea el autor X, en el año y en que publicó su libro Z.
Terapeuta clon
Esta posición consiste en identificarse al máximo con su formador, supervisor o maestro en psicoterapia, remedando sus gestos, postura, intervenciones y hasta tonos de voz y tics verbales. Por lo tanto el terapeuta clon renuncia a ser él para convertirse en su maestro perdiendo su propia identidad y, por supuesto, abordando aspectos importantes de su creatividad.
En numerosas oportunidades, esta identificación sólo cubre un espacio de transición en la formación profesional, en tanto se procede a gestar el propio estilo. El problema se suscita cuando esta copia masiva o falsa  identidad perdura a través del tiempo y se pierde la cepa personal del terapeuta. Un profesional empeñado en ser otro podrá resultar más o menos astuto o brillante, pero la falta de originalidad minara sus recursos.
Su lema es: yo no soy yo, soy otro, pero así me siento más seguro.
Terapeuta impotente o desvalorizado
Es aquel que muestra sentimientos de ineptitud y auto descalificación con respecto a su rol profesional. Aunque su inseguridad no alcance a inmovilizarlo, si consigue disminuir su soltura, generando ideas y fantasías de no poder llevar adelante su labor terapéutica. En muchas ocasiones, la desvalorización acompañada de sentimientos de culpa, lo que lo transforma en un terapeuta balbuceante que convierte cualquier vacilación del paciente en errores estratégicos propios.
Se trata de un terapeuta depresivo que, hundido en sus sentimientos de minusvalía e impotencia, difícilmente podrá afrontar su tarea no es a través de un auténtico proceso terapéutico que le ayude a mejorar su autoestima.
Su lema es: yo no puedo, no sé, no llegaré a ser como mi maestro.
Terapeuta aterrado
Es el tipo de terapeuta que sucumbe frente a su propio miedo, logrando desarrollar un blindaje que lo inmoviliza. Para disimularlo puede recurrir a trucos como callar, a sentir o devolver al paciente sus preguntas. Ha traspasado el umbral de la cautela, que permite establecer canales de prevención, para entrar en el territorio de la defensa total. Las inseguridades van acompañadas de pensamientos negativos, de insuficiencia y descalificantes, que son los productores del bloqueo. Por así decirlo, el terapeuta prefiere inmovilizarse a actuar de manera equivocada, o, dicho de otro modo, sacrifica la eficacia en evitación del posible error.
Su lema es: yo no creo en mí y prefiero no hacer nada  para no equivocarme
Terapeuta omnipotente
Es el que posee la defensa más estructurada, puesto que, frente al sentimiento de inseguridad e impotencia, desarrolla una actitud que expresa su antípoda, es decir, la omnipotencia. El profesional, en la creencia de que es un genio de la psicoterapia, actúa con una seguridad ficticia, tanto en las intervenciones que realiza como en la relación con los pacientes.
Además, este mecanismo excede a la psicoterapia y se adentra en la formación, puesto que, por lo general, el terapeuta omnipotente no supervisa por entender que no lo necesita. Desde este lugar de tanta superioridad relacional, tiende a descalificar al resto de los profesionales, alcanzando a libros, investigaciones y hasta autores de renombre. Y su pedantería y soberbia son de tal magnitud, cabe imaginar el riesgo que ello entraña para las familias atendidas.
Su lema es: yo todo lo puedo, soy el mejor y no necesito que me ayuden.
Terapeuta todo vale o pseudo creativo
Aparentemente lejos del miedo, aplique estrategias y técnicas indiscriminadas, en nombre de valorizar el estilo personal y de no adherirse a ortodoxia alguna.
Son aquellos profesionales que cuando se les pregunta acerca de su modelo, hacen gala de un eclecticismo indiscriminado en nombre de la creatividad, dándole preeminencia al sentir frente al pensar y privilegiando la inquisición sobre el conocimiento en vez de realizar una síntesis equilibrada de ambos aspectos.
Su lema es: soy ecléctico y sólo son importantes sentir y la intuición.
Terapeuta bombero
Es el que siempre se coloca en las situaciones más difíciles de ejercicio. Se caracteriza por atender casos graves y por estar disponible incondicionalmente, sin importarle horarios nocturnos o fines de semana.
Sobreprotector de sus pacientes, a los que mima con exquisito celo, el terapeuta bombero está siempre pronto para actuar. En general, estos profesionales relegan su vida personal por privilegiar la profesional. Son los grandes ayudadores, que en numerosas oportunidades buscan, dentro y fuera del área de la consulta, reconocimiento, afecto y valoración, más que el común de las personas. Aunque una dosis de abnegación es sin duda, un buen atributo terapéutico, estos profesionales exceden en su disponibilidad, pudiendo fomentar en ciertos pacientes rasgos de irresponsabilidad y dependencia.
Su lema: es puntos siempre estoy cuando me necesitan. Quiero que me valoricen.

 Ceberio, M. y Linares, J. (2010).Ser y hacer en terapia sistémica. La construcción del estilo terapéutico. Buenos Aires: Paidos