Distancia en el amor de pareja

En la actualidad las parejas que trabajan en ubicacion distantes geograicamente es una variable más frecuente de lo que se puede pensar, la cual es generada por diversos motivos como la busqueda de la mejora economica o la ublicación de la plaza laboral.

Que sucede cuando una pareja mantiene una relación a la distancia

Beck, U. & Beck-Gersnsheim, E. (2012). Amor a distancia. Nuevas formas de vida en la era global. Buenos Aires: Paidos

¿Cuánta distancia, cuánta cercanía toleramos?

La geografía es la muerte del amor, escribió Erich Kästner (1936, página 85). ¿Se ajusta a la realidad este diagnóstico? ¿Cuánta distancia necesita el amor? Alice me pregunta hasta qué punto transforma el amor a distancia la naturaleza del amor, su figura, fulgor y atractivo? ¿Es el amor a distancia un amor laminado, reducido?¿Simboliza el final del amor? El amor a distancia,¿destruye la convivencia morosa con lo alimenta? Respuestas a estas preguntas hay muchas, una de ellas reza que los amantes osados de épocas pasadas deseaban liberarse de las ataduras terrenas dictadas por el estatus y la clase (tal y como atestiguan las novelas, los dramas y los intercambios epistolares del amor romántico), en cambio el deseo y las esperanzas amorosas en esta época emprenden un vuelo a un más alto: los amantes desean sacudirse las ataduras de la localidad común, de lenguaje común, del pasaporte común. Así visto, el amor a distancias una forma aún más elevada de romanticismo que se libera con mayor radicalidad de los límites culturales y sociales que le imponen: la procedencia étnica y la cercanía geográfica.

Esto no es algo nuevo desde un punto de vista histórico. La nobleza europea y la burguesía rica ya practicaban formas tempranas de “amor a distancia” y “familias globales”, relaciones que más adelante, a comiso del siglo XXI, han sido encontradas, democratizadas y popularizadas. Desde esta perspectiva, la “eternidad” que se atribuye a la familia nuclear nacional solo ha durado unas pocas décadas, concretamente hasta bien entrados los años 60 del siglo XX, cuando en los países industrializados comenzaron los movimientos estudiantiles y feministas. Estos movimientos no sólo pusieron en tela de juicio a la pequeña familia, sino también la desigualdad supuestamente natural entre hombre y mujer a la que daba cobijo. Hoy, al comenzar el siglo XXI la quiebra de la familia normal se amplía y profundiza en una nueva dimensión. Al modelo de ordenación del Estado nacional-que también conforma y estructura el espacio privado-se seculariza, avance hacia lo personal y privado, penetra el erotismo y la sexualidad.

En este capítulo vamos a intentar investigar qué le ocurre la amor cuando se convierte en amor a distancia, cuando es tan valiente y atrevido -o quizás tan inconsciente y temerario- como para no achantarse ante las fronteras nacionales y las grandes distancias. Para ello vamos a distinguir dos formas de amor a distancia: la primera caracterizada por la separación gráfica de los amantes, la segunda por la instancia cultural entre ambos.

1. Sobre la anatomía social del amor a distancia

De la vecindad a Internet como punto de encuentro

El amor a distancia se caracteriza por la separación geográfica. Los amantes viven a muchos kilómetros de distancia, en dos países incluso en distintos continentes.

Uno de los rasgos distintivos de la actual elección de pareja es que se ampliado enormemente el campo de posibilidades. El mundo de las barreras amorosas se ha convertido en el mundo de las posibilidades amorosas. En primer lugar, las barreras sociales se han impermeabilizado y los controles sociales se han relajado. Antes era la unidad familiar la que regulaba y encarcelaba la elección de la pareja con arreglo a la propiedad y el estatus social. En nuestros días, la unidad familiar-cuando existe-ha perdido gran parte de su poder. Incluso la institución de la señora de compañía, la mujer a la que en su día se encomendaba la tarea de vigilar la observancia de los imperativos de la decencia y la posición social, ha desaparecido sin dejar rastro. También el encuentro los amantes he liberado de las reglas relativas a la procedencia que imperaban en la así llamada “buena sociedad”: las listas de invitados de las clases altas que no se pliegan estrictamente a la regla de la procedencia social. Han surgido nuevos campos de encuentro (por ejemplo, el trabajo, las asociaciones, los gimnasios, etcétera.) Enteramente mixtos desde el punto de vista social.

También los imperativos geográficos han perdido fuerza. Antes montañas y barrancos dificultaban enormemente la comunicación entre un pueblo y el siguiente, la mayoría de las veces la vida se desarrollaba en el marco de la vecindad en sentido amplio. En nuestros días, el medio vital, el mundo de la vida, abarca un espacio mucho mayor. Cursos de idiomas, viajes de trabajo, vacaciones: la movilidad de una localidad a otra, de un país a otro, hace ya tiempo que forma parte la vida corriente.

Como consecuencia, el espacio de posibles encuentros entre personas se ampliado enormemente, y con ello, el de potenciales parejas.

A esto se suma, como un nuevo espacio de encuentro quedará adeptos a gran velocidad, Internet. Los buscadores nos traen directamente a casa, mejor dicho, al ordenador portátil, un oferta mundial que se renueva cada minuto. Con Internet, las tentaciones se multiplican hasta el infinito. Se abre un mundo de posibilidades ilimitadas y también el horror de las posibilidades ilimitadas. Los buscadores son “causa, instrumento y resultado de una búsqueda que camina hacia y trabaja en la ampliación de sí misma”

El imperativo inmanente de esta “búsqueda buscadora” es la optimización. Cuanto más amplias en oferta, mayor será la tentación. Quizás el próximo clic me ofrezca al candidato ideal. Así que ,¡a seguir clicando! Hay que encontrar al mejor o a la mejor, pero nunca se encuentra. “No dejo de mirar que nuevas mujeres o interlocutoras interesantes y guapas aparecen ahí. Puedes entrar todos los días. ¿Qué vida podrían depararme las de hoy?”, Confiesa romántico de la maximización y el realista y lo virtual. “Te quiero” significa “borro por ti mi apartado de Correos”. Una promesa que, como tantas cosas relativas al amor es fácil de decir pero difícil de cumplir.

¿Dónde se encuentran los que buscan amor?

Sobre todo en el trabajo, luego en el círculo amistades, después en Internet. Ocupa el tercer puesto, por encima del club, la discoteca, las vacaciones un supermercado. Un estudio actual revela que entre personas de entre 30 y 50 años, un tercio los contactos que acaban en emparejamientos se establecen través Internet y es una tendencia creciente.

El amor fue y sigue siendo amor imaginado. Tiene lugar en la cabeza y lo sabemos. Lo peculiar del amor a través Internet radica en que sólo tiene lugar en la cabeza. Internet modifica la condición grupal del amor. Hace posible, que en primer lugar, la no presencia de los implicados, en segundo lugar, el anonimato de su contacto. Con ello, en tercer lugar, lidera la imaginación. Y para terminar, puede imponer el imperativo de la optimización: “antes de atarme para la eternidad, comprueba que no hay algo mejor”.

La ausencia de corporalidad en el amor a distancia y el anonimato que garantice Internet como punto de encuentro pueden incrementar el romanticismo la búsqueda, pero también engendra desinhibición.

Ya sabemos cómo se organiza y escenifica la búsqueda de pareja a través Internet: hoy las agencias mediadoras ya no facilitan dos o tres parejas posibles a los que buscan, sino unos cuantos cientos de miles, unos cuantos millones. Se informa a los usuarios que hay varios cientos de miles o millones de personas que están ahora conectadas y con las que se puede contactar ahora mismo, cuantos contactos por hora están teniendo lugar, cuantos miles de fotos se han colgado en Internet durante la última hora (…) La búsqueda de pareja por Internet se desvincula del espacio y del tiempo. Es posible más allá de la ciudad, a cualquier hora. La fluidificación del espacio, fenómeno que se observa en las ciudades, se traslada también el campo. Los excesos de la noche que caracterizan la vida nocturna son aún más consecuente. Las personas se encuentran con mayor número de personas, los rostros se suceden aún más deprisa (…) (Internet) implantar en todos la idea de “posibilidades ilimitadas”. Y también el que no busca pareja sexual o amorosa y de su mundo como el de Internet. Conoce las posibilidades. Sabe lo que hacen otros. Tiene imaginación (Hillenkamp,2009, pag. 123 y siguientes)

Amor sin sexo

No sólo es novedosa la multiplicación hasta el infinito las posibilidades de encuentro entre personas. Con el amor a distancia también cambia el ámbito en el que se despliega el anhelo amoroso, lo que el amor significa para el deseo, lo que puede y no puede, la sensualidad del amor, la relación entre amor, sexualidad, intimidad, la relación entre amor y vida cotidiana, amor y trabajo.

Vivir la variante geográfica el amor a distancia significa creer en la posibilidad de una intimidad y afectividad intensas entre personas que durante largos periodos de tiempo no pueden mantener relaciones sexuales. En el amor mediado por las tecnologías de la comunicación, en el amor por teléfono o internet, debe renunciarse a muchas formas de sensualidad. Tiene que salir adelante sin contacto físico de las manos, la piel, los labios, sin un verdadero encuentro de las miradas, sin que los implicados puedan llevarse mutuamente al éxtasis del orgasmo. Queda la sensualidad de la voz y el lenguaje, del contar y escuchar, del ver y ser visto. El amor en proximidad de ser o tornarse silencioso, en cambio el estímulo y sostén del amor a distancia en su variante geográfica radica única y exclusivamente en el lenguaje y la mirada. Funda por ello especiales oportunidades y, paralelamente, adolece de una especial fragilidad. La unidimencionalidad de sus recursos sensoriales puede significar: vida breve, muerte rápida.

En una cultura como la occidental, en la que el encuentro físico inmediato del contacto corporal desempeña un papel esencial en el amor, el amor a distancia es difícilmente sostenible a largo plazo. El lugar “puro” del amor a distancia la voz, el relato que tiene noticia de los paisajes de sentido interior del interlocutor y se adentra en ellos, con otras palabras, el que domina el arte de la intimidad: hacer perceptible la cercanía en la distancia. Aquí “arte” debe entenderse en el sentido literal de la palabra. La intimidad de la voz vive el intercambio del autorretrato narrado en el que el otro o la otra se hace presente como algo obvio y cotidiano. A las relaciones a distancia se les brinda por ello la oportunidad de romper el silencio sonoro de las relaciones cercanas. Y si ambos disponen de espacio para hablar con el otro enteramente reservados al intercambio y a la comunicación mutua, el amor a distancia puede incluso articular un espesor y de una intensidad particulares. El hecho de que otros sentidos no distraigan de la conversación, concentrarse enteramente en la fuerza lenguaje y/o de la contemplación, hace posible que se aborden las principales preguntas relativas al “tú y yo”.

Con todo, el amor a distancia geográficamente posee un carácter monacal, monjil, conventual. Permanece en abstracto, pues su lugar son los correos electrónicos, Facebook, los SMS y Skype. El puro amor a distancia, el “sólo” amor a distancia, es difícilmente practicable para los que no son monjes y monjas. Para las personas normales tienen que darse regularmente oasis de sensualidad directa que involucren todos los sentidos, de “hartazgo de amor”. Y para los otros momentos necesitan rituales y símbolos que recuerden una y otra vez, que redescubren, sostengan y afiancen lo común. Puede que el concepto de “intimidad a distancia” suene muy romántico, es una forma de romanticismo que se alimenta de las sobrias virtudes de la regularidad, la fiabilidad, la planificación. La intimidad a distancia depende de acuerdos estables, de sostenimiento del vínculo interior (por ejemplo, hablar por Skype todas las tardes, verse cada seis meses). Y puede fracasar, como Erick Kästner constata lacónicamente:

Cuando dos personas sólo se ven dos días y una noche en un mes, la relación se echa perder, y cuando, como en nuestro caso, semejante situación se prolonga durante años, la relación fracasa. Tiene poco que ver con la calidad de los miembros de la pareja, es un proceso inevitable (…) Los amantes se convierten en extraños, desde luego. Uno ya no sabe que preocupa al otro. No sabe quienes son los conocidos con los que se encuentra. No ve cómo cambia y por qué lo hace. Escribir cartas es inútil. Así que uno viaja hacia el otro, los amantes se besan, van al teatro, se preguntan por las novedades, pasa la noche juntos y al día siguiente vuelven a separarse. Cuatro semanas después se repite la misma historia. Cercanía espiritual, después relación sexual con arreglo del calendario y el reloj en la mano. Es imposible. Yo en Hamburgo, en Berlín. La geografía es la muerte del amor (Kästner 1936, pag. 84 y siguientes).

¿No podría afirmarse con el mismo es afecto: “el amor florece con la geografía”? Una dialéctica entre amor a distancia y amor en proximidad plantea la pregunta:¿cuánta distancia, cuánta cercanía necesita, tolera el amor?

Amor sin cotidianeidad

Tanto el amor cercano como lejano tiene sus propagandistas. Unos recomiendan el amor a distancia como terapia contra las decepciones del amor en proximidad, otros alaban las virtudes del amor en proximidad contra las decepciones del amor a distancia.

Es incuestionable, sin embargo, el amor a distancia tiene sus ventajas, especialmente cuando los miembros de la pareja lo adaptan a sus necesidades y deseos. Hay incluso quien afirma que la cercanía no es más que un mito. La proximidad amorosa que anhelan los amantes a distancia-aseguran-no queda asfixiada por la rutina en la vida diaria. Demasiada cercanía mata el amor. La lejanía lo mantiene vivo. Descarga a los amantes de las exigencias y sobre exigencia de tener que amarse siempre y explícitamente. Hace posible lo imposible, consigue los opuestos, cercanía y distancia, vida propia y común.

Tales diagnósticos encierran sin duda un núcleo de verdad: el amor a distancia no descansa únicamente en la separación entre amor y sexualidad, sino también entre amor y vida cotidiana. El amor a distancia es como el sexo sin tener que lavar después la ropa de cama, como comer sin fregar los platos, como un tour en bici sin sudor ni agujetas. ¿Quién echaría ahí algo de menos?

Pero el amor a distancia no es la receta la felicidad eterna, ni traslada a sus cultivadores a la isla de los bienaventurados mientras la mayoría las parejas de nuestro entorno se enfangar en sus rutinas. No pueden pasarse por alto los peligros a los que lo ponen quedar exonerados de la vida cotidiana. Por ejemplo, que el autorretrato no nos presente nosotros mismos, sino una versión corregida de nuestra persona. O, a la inversa, el peligro de transfigurar al compañero, de elaborar una imagen idealizada de que no aprobaría el test de la realidad. Desde ese punto de vista, amar a distancia equivale a aprender a soñar. El amor a distancia es el amor de un yo festivo por un otro festivo, purificado de la banalidad de la vida cotidiana. Cuando uno tiene que entenderse con su compañero en las normas relativas al orden doméstico o en las terribles dificultades asociadas a las visitas familiares se libera de numerosas obligaciones. Pero cuando solo se vive fragmentariamente al otro y muchos aspectos de su vida sólo se conocen a través de sus narraciones-o lo que es lo mismo, cuando múltiples conflictos potenciales quedan ocultos-falta de aterrizaje. La fantasía puede llegar demasiado lejos.

El amor a distancia puede ser engañoso. Uno idealiza la pareja, porque no vemos muchas cosas que también forman parte de él. O uno lo minusvalora porque proyecta sus propias excepciones en el: si a mí me va mal, también a él debe ir de mal, de lo contrario no me quiere. A menudo resulta especialmente difícil conectar con la evolución del otro. O uno mismo no está y donde se le supone.

Cuando un día el gran sueño los amantes separados se cumple, es decir, se reencuentran y se convierten en una pareja cercanía, el test de la realidad se hace inminente. Uno se olvida de la despedidas y descubre algunas facetas antes desconocida del otro que la distancia había ocultado piadosamente. Es muy posible que entonces el amor a distancia vuelva parecernos un sueño, y que el “ojalá estuvieras aquí” de los amantes a distancia se convierta en un “ojalá estuvieras allí”.

 

Alvaro Silva, Dr. en Psicología

Psicologo de parejas, especialista en terapia de pareja. Atiende previa cita.

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